Maestros

LA INFLUENCIA DEL MAESTRO

Como maestro, debe reconocer la influencia que su vida ejerce sobre los alumnos. Ante ellos, usted es un representante de Jesús, y lo que ellos le vean hacer, guiará en gran parte, el destino de sus vidas. Trate de ejercer sobre ellos una influencia positiva.
El maestro enseña un poco por medio de lo que dice, algo más por medio de lo que hace, mucho más por medio de lo que es.
La vida y la personalidad del maestro es la lección más poderosa que puede enseñar. No son, en primer lugar, las elocuentes palabras que influyen en el niño, sino la vida santa del instructor: una vida entregada de lleno al Señor Jesús.

*El deseo de aprender: Lo más importante en la vida del maestro no es enseñar sino aprender, y ¡aprender de Jesús y aprender “a” Jesús! Por cierto debe leer y estudiar buenos libros, conocer de pedagogía y tratar de mejorar sus métodos de enseñanza, pero lo primordial es que aprenda de Jesús mismo, por medio de una vida íntima de comunión con Él. Él es el maestro por excelencia y nadie nos puede enseñar mejor.
Para aprender hay que estudiar; en este caso, la Biblia, pero también otra buena literatura. El conocimiento no es una carga pesada y el tiempo dedicado al estudio nunca es tiempo perdido.

*La integridad del maestro: La vida del maestro necesita ser transparente como la luz. Debe poder decirse de él, lo mismo que Isaías profetizó respecto a Jesús: “ni hubo engaño en su boca”
Jesús fue sincero con sus seguidores. Día tras día, ellos compartieron con él la abundancia y la escasez, la alegría y el dolor, la aclamación de los admiradores y las burlas de los enemigos. Ellos lo conocieron en la intimidad del hogar y entre grandes multitudes, y nunca lo vieron actuar con hipocresía.
Los hechos y las palabras de los maestros deben ser como Pablo dijo “Con Cristo estoy crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí”

*Comunión con Dios: Para vivir una vida ejemplar y fructífera, es indispensable desarrollar una diaria e íntima comunión con Dios por medio de la oración y el estudio de su Palabra.
La oración es el medio por el cual podemos experimentar milagros en nuestra vida. Para el maestro es importante orar como un niño, orar por un niño, orar con un niño.
Jesús dijo: “Si no os volvéis y os hacéis como niños…”. Los niños son sinceros, humildes y dependientes, ya que todavía no han descubierto lo que en el mundo adulto es tan conocido, las dudas. No es suficiente orar como un niño, sino necesitamos también orar por los niños. Pida por cada uno de sus alumnos, para que ellos puedan poner sus jóvenes vidas en manos de nuestro poderoso Señor Jesús.
Al ser constante en la oración por sus alumnos, usted, como maestro, no tardará en experimentar el gozo de orar con un niño. No hay mayor felicidad. El estudio de la palabra va mano a mano con la oración. Por medio de la oración el maestro habla con Dios. Por medio de la lectura de la Palabra, el maestro ofrece a Dios una oportunidad de hablarle.
La fuente de toda riqueza es comunión con Dios.

*Comunión con los Hermanos: Como hijo de Dios y maestro cristiano, usted forma parte de una gran familia. Y tiene hermanos en cada país del mundo, ahora le toca aprender a vivir en paz con aquellos que están cerca suyo.
Jesús habló acerca de los más grandes mandamientos: El amar a Dios sobre todas las cosas, y el amar al prójimo como a sí mismo. También nos dió un mandamiento nuevo: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado”.
El maestro necesita tener disposición para trabajar lo mismo que tuvo Jesús. Tiene que saber que está realizando una labor que producirá fruto para la eternidad

Tomado de” Hijos del Trueno”, del Dr. Fernando Orihuela
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SEMBRANDO EN SURCOS PROFUNDOS

Cada vez que los niños llegan a la clase, al igual que nosotros, ellos vienen en diferentes condiciones; algunos están llenos de fortaleza, otros, están pasando por momentos difíciles, en pocas palabras sus espíritus no están en correcta alineación, es ahí donde la experiencia y sensibilidad del maestro interviene. El debe saber guiar a los niños a una correcta relación con Dios. Para esto el maestro utiliza la alabanza, la oración, la ministración, etc.    
      
Nuestra intención como maestros es transmitir la Vida de Dios a nuestros pequeños, no tan sólo transmitirles conocimientos. Por muchos años los maestros no han sabido hablar al “espíritu” de los niños, sino únicamente a sus mentes, esto es, a sus almas.

Cuando nosotros como maestros empezamos a enseñar a los niños sin verificar en Dios que ellos están “alineados”, corremos el riesgo de no impactar sus vidas. La Palabra que busca penetrar hasta el espíritu de los niños debe penetrar toda el alma para cumplir este cometido y les puedo asegurar que gran parte de las impresiones de Dios que viene con la palabra se pierden en el camino. De ahí que los niños en la Escuela Dominical aprenden una gran cantidad de historias, textos y canciones, (enseñanza que es buena) pero ellos carecen de “experiencia” con Dios. Una vez más repito lo que Jesús dice: “La carne para nada aprovecha”. Una persona puede conocer mucho de las cosas de Dios, pero nunca haber oído y visto “a” Dios.

El desafío para el maestro es provocar “experiencias” con Dios. Vivencias profundas que marquen las vidas de los niños. Pero para ello, el maestro primeramente debe tener “experiencias” con Dios, primero debe ser un maestro, porque nadie puede dar a otro lo que no tiene.

Antes de empezar una clase los maestros deben estar en la posición correcta, ese es el secreto para que un mensaje sea penetrante.

La semilla de la palabra debe estar bien enterrada, el surco profundo lo hace el tiempo de ministración previo, mientras más profundo sea el surco, más profunda queda la semilla, el diablo no puede tocar la semilla a profundidad.

El trabajo más duro para el que preside es preparar a la gente, ser sensible al curso de la meditación, conducir a que todo el tiempo las personas estén abiertas al Espítiru.

Tomado de Hijos del Trueno. Dr. Fernando Orihuela
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Instruye al niño en su camino;
y aun cuando sea viejo, no se apartará de él.
Prov 22:6

"Me impacta la escena que observo todos los domingos. Niños de todos los tamaños entran corriendo en el plantel educacional de la iglesia. No saludan a nadie hasta llegar a los pisos superiores donde estàn las aulas. Si la directora de la escuela dominical está en la puerta o en un pasillo, la saludan al pasar, pero su saludo es seguido siempre por la misma pregunta: "Está mi maestro?". Esa espectativa de encontrarse con su maestro es, en realidad, una expresión del anhelo entusiasmado del niño de encontrarse con la persona que lo toma en cuenta, que lo llama por su nombre y le da lugar para hablar de sus cosas en un ambiente preparado especialmente para él. Yo creo que este es el contexto màs adecuado para ejercer la ayuda pastoral al niño." 
                                                                                             Betty Constance (Màs que maestros)